HITLER Y LOS ANIMALES







INTRODUCCIÓN


Hitler es el personaje histórico que cuenta con un mayor número de libros editados sobre su vida, sobre su actuación política y sobre su personalidad como Führer y Canciller del III Reich. Parece como si nada nuevo fuese posible añadir a lo ya escrito y, sin embargo, cada día las editoriales de todos los países anuncian novedades sobre tan conocido tema. Podríamos casi asegurar que el noventa por ciento de las editoriales en todo el mundo, poseen en sus catálogos uno u otro título sobre Hitler, sobre la guerra mundial o sobre la Alemania nacionalsocialista.

Lo conseguido por Hitler no lo han logrado sus enemigos. Comparemos el número de libros, artículos o fotografías publicados sobre Churchill, Roosevelt, Stalin etc. y nos daremos cuenta de que Hitler ha sido el verdadero protagonista del siglo XX.
¿Era Hitler un asesino? Los miles de títulos publicados hasta hoy parecen demostrarlo pero, en todos los países del mundo, surgen grupos, partidos o asociaciones más o menos grandes -formadas casi en su totalidad por jóvenes- que no han conseguido ser engañados por la propaganda. Ellos hablan de otro Hitler, de un Hitler humano, de un Hitler con sentimientos, de un Hitler que no entra en la historia como Calígula o Rasputín, sino como Carlo Magno, César, Carlos V o Napoleón, un Hitler que compite con esos grandes del pasado en importancia histórica, pero que en el aspecto humano es incluso muy superior.

Dentro de esta misma serie se ha editado otra obra titulada "Hitler y la Iglesia". En ella se nos ofrecen textos y fotografías totalmente olvidados y nos presenta la personalidad de Hitler en su justa dimensión en lo referente a este problema, se nos habla de un Hitler desconocido frente a un problema concreto que afectaba a la política, pero en el presente caso lo que queremos es ofrecer otro aspecto, desconocido o minimizado, de la vida de Hitler: su aspecto personal y humano. El tema puede parecer a primera vista falto de interés, pero aquéllos -por suerte cada vez más numerosos en nuestro mundo- que saben apreciar y amar a la naturaleza, y en especial a las criaturas que viven en ella, sabrán dar su justa importancia a la postura adoptada por el hombre más poderoso de la historia de la humanidad, frente a este problema.

¿Cuál es la razón por la que el álbum de fotos de Eva Braun ha sido considerado como un alto secreto durante un cuarto de siglo? Una vez publicadas todas sus fotografías -si es que lo han sido todas, lo cual nunca se sabrá- nadie ha podido comprender las razones que obligaron a este alto secreto a simple vista tan innecesario. Sin embargo, las razones eran verdaderamente importantes. Es habitual en los líderes políticos el utilizar fotografías de escenas familiares con fines propagandísticos. En Estados Unidos, por ejemplo, país en el cual se respetan y defienden los derechos de los animales -especialmente domésticos- un político no tendría porvenir brillante de no hacerse algunas fotografías con sus perros o. como ocurre en ocasiones, con perros prestados, que para los fines de la propaganda sirven igual.

Podía considerarse presumible que las fotografías que durante la época nacionalsocialista fueron publicadas en diversos libros -especialmente en los de la serie de su fotógrafo personal Hoffmann-, fuesen simples fotos de pose con fines políticos. Poco importaba pues que Hitler estuviese con niños, ancianos, obreros o con animales; podía tratarse de un simple recurso propagandístico. Pero, para que ésto fuese creído así, era necesario ocultar los álbumes de fotos de Eva Braun, pues en ellos se repetían, con mayor frecuencia todavía, esas fotografías que los malintencionados enemigos del nacionalsocialismo consideraban simple publicidad. Una gran parte de las fotografías que ahora publicamos en esta obra no han aparecido hasta después de la guerra y ello prueba que, por ser de idéntico tema a las que se publicaron entonces, no existe la posibilidad de una falsedad. Las fotografías que acompañamos son testimonios y documentos gráficos quizás incluso más convincentes que lo que podamos decir. Hitler era un amante de los animales y las fotos privadas de Eva Braun lo confirman, como lo confirman las publicadas por su fotógrafo Hoffmann después de la guerra, o las de Speer al salir de Spandau. No hay ninguna duda de ello.

Para la mayor parte de personas, sin embargo, el que Hitler amase o no a los animales carece de la más mínima importancia, pero para aquellos que admiramos su personalidad humana, este extremo tiene una importancia que me atrevería a considerar fundamental. Hitler fue un gran militar, un gran estratega, un gran político, un gran revolucionario, pero, lo más importante, lo que le diferencia de otros políticos, revolucionarios, militares o estrategas, más grandes todavía que él y que le precedieron en la historia, es que él era sobre todo y ante todo un gran hombre, un hombre total y completo, con unos sentimientos y una humanidad que le convierten en una persona única en la historia.

No es raro que este hombre con gustos sencillos y austeros, salido del pueblo y con sensibilidad de artista, tuviese para con los niños y los animales un amor especial y profundamente íntimo. El Hitler orador que entusiasmaba a las multitudes no era un demagogo barato formado en una escuela de agitadores profesionales; era un hombre que hablaba con el corazón y ésto es lo que impresionaba a sus seguidores. Cuando se conoce la personalidad de Hitler en sus aspectos más privados es cuando no podemos aceptar, ni siquiera como posibilidad remota, que Hitler ordenase un progrom o que condenase a millones de hombres a la muerte, pues, pese a esas imágenes un tanto irreales de personajes de la mafia o déspotas famosos que acarician a un gato mientras planean sus crímenes y asesinatos, no hay ninguna duda de que aquellas personas, que sienten compasión y amor -por los animales, son incapaces de matar por placer o por odio, siendo más lógico -y la experiencia nos lo enseña que sean los que desprecian a los animales y se complacen con su muerte y sufrimientos (corridas de toros, caza, tiro de pichón, peleas de gallos etc.) -es decir, esos seres que son capaces de matar por capricho a un animal que nada les ha hecho - los que, con mucha mayor razón, maten y asesinen con placer -cuando el orden deja de existir- a personas que sí les han podido hacer algo, lo cual les añada al placer de dar muerte que ya poseen, el de liberarse de un enemigo.

Como en tantos otros aspectos de la vida de Hitler, es necesario buscar a sus maestros inspiradores para comprender de dónde provenía su educación autodidáctica en lo que respecta a los animales. Fundamentalmente, tenemos que pensar en la influencia del maestro Ricardo Wagner y en este caso particular -aunque también en otros - en la del no menos conocido filósofo alemán -profundamente admirado por Hitler- Arthur Schopenhauer. Ambos genios, pero especialmente el primero, se caracterizaron por un profundo amor a los animales nacido de su no menos intenso amor por la naturaleza. No vamos a decir que ellos "convenciesen” a Hitler de nada, ese término, "convencer", difícilmente puede aplicarse a hombres con la gran personalidad de Hitler simplemente podemos hablar de "descubrir" o de "confirmar" lo que Hitler ya sentía. Desde su niñez fue un amante apasionado de las montañas y la naturaleza (1), amor que mantuvo hasta el día de su muerte, y, lógicamente, encontró en Wagner y Schopenhauer almas paralelas a las que se sentía unido por encima del tiempo. Wagner y Schopenhauer eran -al igual que Hitler - dos almas sensibles de un profundo romanticismo y si hablaban de respetar los bosques, las plantas y las flores, con mayor motivo propugnaban el respeto y defensa de los animales.

Schopenhauer sentía veneración y admiración especialmente hacia los perros de los que decía: "El perro, el único amigo del hombre, tiene un privilegio sobre todos los otros animales, un rasgo que le distingue, y es ese movimiento de cola tan benévolo, tan expresivo, tan hondamente honrado. ¡Que contraste en favor de esta manera de saludar que le ha dado la naturaleza, si se compara con las reverencias y horribles zalemas que cambian los hombres en señal de sentimiento! Esa seguridad de amistad tierna y de devoción por parte del perro es mil veces más segura, de presente al menos. Lo que me hace tan agradable la compañía de mi perro es la transparencia de su ser. Mi perro es transparente como el cristal. Si no hubiera perros, no querría vivir" (2), pero si bien esta postura es compartida por bastante gente, es más profundo en sus opiniones respecto al trato con los animales en las siguientes palabras: "La piedad, principio de toda moralidad, toma también a los animales bajo su protección, mientras que en los otros sistemas de moral europea se tiene para con ellos tan poca responsabilidad como miramientos. La pretendida carencia de derechos de los animales, el prejuicio de que nuestra conducta con ellos no tiene importancia moral, de que como se suele decir, no hay deberes para con los irracionales, todo esto es, ciertamente, una grosería que repugna; una barbarie de Occidente, que toma su origen del judaísmo... (3)

Es necesario recordar a esos desdeñosos de los brutos, a esos occidentales judaizantes, que igual que ellos fueron amamantados por sus madres, el perro también lo fue por la suya. La piedad hacia los animales está unida íntimamente a la bondad de carácter, de tal manera, que puede afirmarse con seguridad que quien es cruel con los animales no puede ser un buen hombre" (4). Estas ideas, escuetas pero que definen perfectamente una postura frente a la cuestión que nos ocupa, reflejan con exactitud la actitud de Hitler con respecto a los animales y, bien sea por influencia o por natural predisposición a pensar de igual manera. lo cierto es que Hitler sentía por los animales una especie de veneración y, en los últimos meses de su vida, ya en el Berlín cercado, repetía la conocida frase de Federico el Grande : "Cuanto más conozco a las personas más cariño siento hacia los animales".
Las ideas de Schopenhauer sin duda influyeron en las concepciones de Hitler pues, ya desde muy joven, había leído con gran interés sus obras. Durante la primera Guerra
Mundial, en su macuto llevaba siempre una edición del bolsillo de la obra principal de Schopenhauer: "El mundo como voluntad y como representación". Pero si las ideas del genial filósofo pudieron influirle, mucho más lo fue el caso de Ricardo Wagner cuya postura, por otra parte, era más ideológica y concreta en este tema.

Wagner era un gran amante de los animales lo cual se trasluce en todos sus escritos. En su obra "Mi Vida" encontramos frecuentes alusiones a sus animales domésticos y su sentimiento por su muerte. Su postura era conocida por todos y hacia el final de su vida empezó una serie de escritos sobre el tema, de carácter muy profundo.

Desgraciadamente, estos artículos no han sido muy difundidos pues pese a que los publicó en las "Bayreuther Bläter" y que por ser de los años 1880 y 1881 son representación de las obras del genial maestro en su madurez, han encontrado poca acogida, tal vez debido a su postura en apoyo de las teorías racistas de Gobineau o a su postura antijudía nuevamente puesta de manifiesto pero, sea como sea, lo cierto es que contiene ideas de gran valor para comprender la influencia ejercida sobre Hitler quien conocía minuciosamente todas las ideas del compositor de Leipzig. Wagner, en la obra en la que se recopilan estos artículos (5), nos dice: “... así pues, si la vista del toro ofrecido a los dioses despierta ahora espanto, he aquí que, sin embargo, un diurno baño de sangre es sustraído, en pulidos establecimientos de carnicería, bien lavados con agua, a los ojos de todos aquellos que, luego, en la mesa, se encuentran servidos y condimentados hasta la irreconscibilidad, los gustosos trozos de carne de los animales domésticos asesinados".

Wagner creía que la regeneración de la raza humana estaría fundamentada en buena parte en el vegetarianismo como principio moral y no dietético y escribía en la misma obra mencionada: "... entre estos últimos, en nuestro tiempo, se pueden citar la constitución de las asociaciones vegetarianas; solo que incluso en medio de estos grupos de hombres, que parecen haber captado inmediatamente el punto focal de la cuestión de la regeneración del género humano, se suele oír, por parte de algunos miembros del más elevado sentir, el lamento de que sus compañeros practican la abstención de la alimentación cárnica a lo más sólo por razón de dietética personal sin ninguna referencia a la gran idea regeneradora, que debe constituir el verdadero problema si tales grupos quieren adquirir en algún momento fuerza moral. Junto a ellos se encuentran, con una cierta eficacia práctica ya conquistada, las sociedades protectoras de animales: en realidad estas últimas, que igualmente buscan el ganar el favor popular desterrando fines utilitarios, podrían, en lugar de eso, obtener éxito verdaderamente notables una vez que elaborasen los argumentos de la piedad con los animales, hasta encontrarse con la más profunda tendencia del vegetarianismo, una fusión de ambos movimientos, fundada en esta interpretación debería desarrollar una fuerza de penetración considerable. No menos éxito debería obtener un llamamiento, por parte de ambos grupos, a motivos más altos de los hasta ahora salidos a la luz entre las leyes antialcohólicas".

Las ideas expuestas de Schopenhauer y Wagner son muy importantes. Observemos la postura ideológica derivada de sus palabras. En cuanto a Schopenhauer se refiere, vemos la denuncia del origen judío en la falta de amor a los animales, es decir, saca el problema de un plano de simple sentimentalismo para hacernos comprender que la importancia del buen trato para con esos seres inferiores es lo que da la grandeza a nuestra raza. Con respecto a Wagner, las consideraciones son todavía más importantes. Wagner defiende el vegetarianismo, pero no lo hace por razones dietéticas, como es corriente en el cien por cien de los vegetarianos. A Wagner las razones dietéticas no le importan; sus razones para no comer carne son siempre de tipo moral y nunca dietético. Podríamos decir que Hitler y Wagner eran vegetarianos como resultado de su supresión de la carne como alimento, eran anti-carnívoros más que vegetarianos. La postura de Wagner fue sin duda compartida por Hitler. Cuando Wagner nos dice que el vegetarianismo sin la protección a los animales carece de sentido, sienta las bases de un nuevo concepto del vegetarianismo, un concepto moral, que es el seguido por Hitler. Hasta qué punto fue Wagner el que determinó la postura de Hitler lo vemos en las siguientes palabras de su amigo de juventud, August Kubicek: "leía con febril interés -se refiere a Hitler - todo lo que caía en sus manos acerca del maestro, Donde le era posible se procuraba en especial toda suerte de literatura biográfica sobre Ricardo Wagner, leía sus memorias, cartas, diarios, su autobiografía, sus confesiones. Conocía los episodios más triviales de su vida" (6). Creemos que hay fundamentados motivos.

La postura de Hitler frente a los animales se puede sintetizar en tres puntos fundamentales:

Primero.- Su vegetarianismo basado en evitar la muerte de los animales.

Segundo.- Su postura contra la caza deportiva, admitiéndola -lógicamente- cuando se practica por razones de subsistencia.

Tercero.- Su amor a la naturaleza, que le hacía sentir admiración por la belleza de las montañas, los bosques y las flores, pero que le obligaba, todavía más, a sentir amor por las criaturas vivientes que habitan esa naturaleza.



I

Es insólito encontrar un vegetariano que no empiece una conversación, durante una comida, sobre las ventajas dietéticas del vegetarianismo, ponderando sus excelentes virtudes y hablándonos de casos insólitos de ancianos de 80 o 90 años que todavía montan en bicicleta o que practican cualquier otro deporte durísimo. Esos vegetarianos, que son la casi absoluta totalidad, se abstienen de comer carne como el diabético procura evitar el azúcar, simplemente por razones físicas. Esto hace que existan mil distintos tipos de vegetarianos, tantos como partidarios de uno u otro régimen. Los hay que admiten ciertos tipos de carne, especialmente el pescado. La gente que no conocía a Hitler -y todavía hoy algunos pseudo-historiadores- consideraban el vegetarianismo de Hilter como una señal de debilidad en el aparato digestivo y ésto, hasta tal punto así, que nos relata su fotógrafo personal Hoffmann la siguiente anécdota: "Aquella noche había yo aceptado una invitación para cenar en casa de Goebbels, en la Reichskanzlerplatz. Por deferencia a Hitler no sirvieron naturalmente carne. Aparte de los platos vegetarianos había, sin embargo, pescado, una gran carpa que ofrecieron en primer lugar a Hitler y que el rechazó. La señora Goebbels se disculpó: “Creí que tomaba vd. pescado, mi Führer, ya que el pescado no es carne...” Hitler dijo sardónico: “Supongo entonces que el pescado es, según usted, mi querida señora, una planta" (7).

Hitler, que comprendía la postura del resto de personas respecto al problema de la consumición de carne, que sabía que era era necesaria una labor educativa para dejar clara la postura vegetariana y que nada se conseguía con buenas intenciones en las sobremesas, tenía, como hemos visto, un gran sentido del humor al tratar el problema. Con frecuencia llamaba a sus compañeros de mesa, en tono irónico, "consumidores de inmundicia", "devoradores de carroña", "comedores de cadáveres" etc. pero "no ejercía la menor presión sobre sus invitados por lo que hace referencia a la alimentación vegetariana, aun cuando hablase con frecuencia del tema" (8). En una ocasión, Hitler, con su habitual sentido del humor, dijo al Almirante Fricke: "Sobre todo, no vaya usted a creer que voy a prohibir, por decreto, que la Marina consuma carne.

Suponiendo que la prohibición de la carne hubiera sido un artículo de fe del nacionalsocialismo, ciertamente nuestro movimiento no habría conseguido el triunfo. En seguida nos hubieran preguntado: ¿Para qué se creó entonces la pierna de ternera?. Actualmente la base de nuestra alimentación son las patatas, y sin embargo, sólo el uno por ciento de las tierras se consagran en nuestro país a su cultivo. Si fuera el tres por ciento, tendríamos más patatas de lo que hace falta. Los pastos cubren el treinta y siete por ciento de nuestro suelo. Ahora bien, no es el hombre el que los consume; el que come hierba es el ganado" (9), pero pese a estas palabras, Hitler vaticinaba: "Hay una cosa que puedo predecir a los que comen carne, que el mundo futuro sera vegetariano" (10), aunque ésto debería ser fruto de un proceso regenerador basado en una labor educativa en el sentido de Wagner, es decir, en el sentido del propio Hitler.

La postura vegetariana, no basada en razones dietéticas, nos la explica una de sus secretarias: "Para apartar a sus invitados del consumo de carne, le gustaba disertar en la mesa acerca de lo que representaba la carne como materia muerta y podrida. Cuando alababa en cambio su régimen vegetariano, se lanzaba a hacer descripciones eufóricas sobre la manera de cómo se producían los elementos. Nos descubría al campesino sembrando su campo, con gestos amplios y majestuosos. Luego aquél trigo echaba raíces, crecía y se convertía en un verdegal que se doraba poco a poco al sol. Estos cuadros bucólicos abogaban a sus ojos por la vuelta a la tierra y a los productos naturales. Pero estos monólogos poéticos terminaban siempre con su tema favorito: la repugnancia que el consumo de carne debería inspirar al hombre. Tenía una manera de describir el trabajo sanguinolento en los mataderos, la matanza de animales y su descuartización que provocaba náuseas en los convidados animados de mejor apetito" (11), esta repugnancia reflejada en los rostros de sus invitados era -según nos refiere la misma secretaria- para Hilter "una confirmación de sus principios", y cuando alguien se resistía a aceptar sus argumentos -al margen de que siguiese o no comiendo carne- Hitler decía: "Es muy difícil persuadir a un caníbal de que no tiene que comer carne humana. Según sus concepciones, ésto es una ley de la Naturaleza. " ( 12).

La postura de Hitler respecto a este problema nos es explicada, en forma bellísima, por su Secretario Rudolf Hess, otro defensor del vegetarianismo -o mejor dicho, el otro defensor -, quién también consideraba el problema desde el punto de vista moral. El 31 de enero de 1954 escribía a su esposa desde la prisión de Spandau, contestándole una carta que ésta le había escrito relatándole un accidente sufrido por un perro propiedad de la señora Hess, en los siguientes términos: "Me conmovió la desgracia del pequeño perro. ¿Puede dudar alguien realmente de que exista un alma finamente modelada en los animales? No lo puedo remediar: la idea de matar y de comer una criatura con una vida interior más sensible que la de muchos hombres es horrible, independientemente de que haya pueblos que son especialmente aficionados a la carne de perro. No creo que el alma de otros animales -animales que son alimento normal para el hombre- se encuentre por debajo de la del perro. Teníamos una vez nosotros un cervatillo en Reicholdsgrün que vino a nosotros como un bebé para que lo alimentásemos y que se convirtió pronto en un inseparable compañero de juegos de los s niños aunque quería también a los mayores, los cuales le correspondían, hasta que por fin un día, escapándose del jardín, salto el arroyo desapareciendo en el bosque, donde pronto encontró el amor de un ciervo, amor que superó a todo lo demás, quedándose en el bosque Pero cuando nosotros caminábamos por el bosque se nos aparecía para saludarnos, incluso cuando estaba acompañada por crías, contemplada por los de su especie que ciertamente, se extrañaban, pues debido a su instinto habían aprendido lentamente que la bestia debe comportarse con extrema prudencia con respecto al hombre.

“Nuestro cervatillo nos visitaba de tiempo en tiempo incluso en el jardín y en la casa ¿qué pensamiento tan absurdo sería el haber aprovechado una de estas ocasiones para matarle porque su carne sabe tan bien?, lo mismo podría decirse del, para nosotros menos simpático, ganado vacuno: no hay más que ir a un matadero y contemplar como la pobre víctima imaginando su destino, es empujada hacia el matarife. Uno que fue vegetariano durante 15 años de su vida (Se refiere a Hitler pero no lo menciona por su nombre, debido a la estricta censura que le impide cualquier alusión política.) me dijo en una ocasión que la mayoría de los hombres renunciarían a comer animales si se viesen obligados a matarlos personalmente y yo estoy convencido por mi parte de que con el progreso hacia formas superiores de cultura y de ética nuestra especie acabará por fin apartándose con horror de toda forma de canibalismo, incluso de las aún hoy practicadas" (13).

Estas palabras de Hess expresan en forma maravillosa la postura de Hitler y, como hemos visto, la de Wagner, respecto a este problema.

La única razón, al margen de ese sentido moral, que impulsaba a Hitler al vegetarianismo, era la austeridad de costumbres del Canciller alemán. La comida vegetariana era mucho más austera, lo que armonizaba mejor con su forma de comportamiento. Todos los que vivieron con Hitler, y así también los ya mencionados Otto Dietrich y la secretaria de Hitler, nos hablan de la austeridad en sus comidas, platos únicos incluso para sus invitados importantes. Nos dice Dietrich en la obra citada: "Hitler obsequiaba a sus invitados con una alimentación buena y abundante, pero jamás con una cocina refinada y exuberante, e incluso también con el consabido plato único. Con motivo de los grandes banquetes oficiales no se servían otros platos que una sopa o entremeses y un plato fuerte y postres". Hitler, hombre de vida sencilla y austera, que no fumaba ni bebía, encontraba en el vegetarianismo no sólo la práctica de su doctrina moral con respecto al trato con los animales sino también una dieta más acorde con su manera de ser en otros aspectos.

Al margen de la cuestión se ha discutido la fecha en que Hitler empezó a ser vegetariano. Según la carta de Hess, lo fue durante 15 años, es decir, desde 1930. Su secretaria nos dice que desde 1931, mientras que Augusto Kubicek nos explica que, en una ocasión, Alberto Bormann -hermano del conocido Martin Bormann- le preguntó si Hitler en su juventud había sido ya vegetariano, lo cual indicaba que no había mucha gente que supiese la fecha exacta. Sin embargo el año 1930 o 31 es fecha muy probable. En aquel tiempo, Hitler todavía no había llegado al poder pero gozaba de una total independencia en su vida personal cosa que, anteriormente, residiendo en cuarteles o como jefe de un partido en formación, obligado a comer en casa de algunos camaradas por no disponer de recursos propios, no le hubiese sido posible. Hitler empezó a ser vegetariano en el mismo momento en que hubiera podido permitirse abundantes banquetes que antes le estaban vedados por razones económicas, sin embargo eligió el camino que le indicaba su moral: el vegetarianismo.



II

Otro aspecto determinante del carácter de Hitler con respecto a los animales es la profunda repugnancia que le producía la caza. Todos aquéllos que tuvieron ocasión de convivir con él nos hablan una v otra vez de su postura totalmente adversa hacia este criminal deporte.

Quizás la postura de Hitler contra la caza, que provenía de su amor a la naturaleza, la tengamos reflejada en una anécdota, un tanto jocosa, pero que nos muestra por otra parte la personalidad de Hitler frente a este problema. Dice Hoffmann: -Al levantarse por la mañana en el Berghof, Hitler bajaba directamente a la terraza del piso bajo. Allí, en aquel preciso momento, contemplaba un espectáculo único: dos águilas enormes trazaban en su vuelo, círculos en el cielo. Hitler las vigilaba con sus gemelos. Pero un día, consternado, no vio más que un águila sola ¿Qué había sido de la otra? Ninguna respuesta pudo colmar su ansiedad. Durante varios días, se discutió sobre aquello, a su alrededor. Sabíamos que le tenía muy preocupado la desaparición de aquella águila. Algún tiempo después, decidió volver a Obersalzberg a pasar su cumpleaños. Nuestro grupo salió de Munich. A cincuenta kilómetros de la llegada un rápido coche se acercó a nosotros, viniendo en sentido contrario y a pesar de la velocidad con que nos cruzamos, Hitler observó que una gran ave disecada, con las alas abiertas, iba colocada en el asiento trasero. Detuvo la comitiva:

- Creo que es mi águila -gritó. El comandante de escolta, a las órdenes del Standartenführer Rattenhuber tuvo que dar la vuelta y alcanzar aquel coche.

- Si estoy en lo cierto, nos decía Hitler, les prometo que esos miserables van a sufrir un castigo ejemplar. Lo mismo que el destinatario del regalo.

La cólera que se traslucía en su rostro no presagiaba nada bueno.

Una hora después, el auto del comandante volvió a toda marcha. Nos paramos y acudió Rattenführer:

- Tenía razón, mi Führer. Era el águila de las montañas.

- ¿Su destinatario.? - interrogó Hitler con voz amenazadora. Rättenhuber vacilaba. Y al final dijo, sin embargo:

- El águila ha sido remitida a vuestra residencia de Munich en la Prinzgerenstrasse. Está montada sobre un zócalo de mármol que lleva esta inscripción: A nuestro bienamado Führer. Recuerdo de sus montañas 20 de abril, del grupo local del Partido NSDAP. Berchtesgaden" (14). La anécdota, pese a su humorístico final pone de manifiesto no sólo la sensibilidad de Hitler como amante de la naturaleza, sino también el lamentable hecho de que debido a la falta de una labor educativa adecuada, la gente de la calle no es consciente de lo inhumano de la caza y así --como ocurre aquí con las corridas de toros - son capaces de matar más y más animales sin ser conscientes de su salvaje acción.

Hitler comentaba: - El elemento más simpático en la caza es el animal, después el cazador furtivo. Él por lo menos pone su vida en peligro. El último tipejo puede declarar la guerra a un corzo. La lucha es demasiado desigual entre un fusil de repetición y un conejo que no ha progresado desde hace tres mil años. La caza no es un deporte popular. Si fuera cazador ello me perjudicaría más ante mis partidarios que una batalla perdida", (15) siendo el tema de la caza uno de los más frecuentes. Hoffmann nos dice lo siguiente: “HitIer detestaba la caza. Hablar de ella era uno de sus temas favoritos. Si Goering, el Montero Mayor, se encontraba en sus proximidades, se complacía en mofarse del arte cinegético.

“Como profesión, no tengo nada contra la caza- afirmaba.

Mas hoy la caza se ha convertido en una moda; todo funcionario del partido siente la necesidad de pertenecer a algún sindicato o grupo de cazadores, con objeto de inmolar sin hacer distingos a todos los animales de la tierra que han quedado reducidos al silencio.

- Goering no estaba de acuerdo. Defendía el punto de vista del cazador alemán, al que presentaba como protector de los bosques. Hitler bromeó:
- Sí, es cierto. El cazador protege y defiende a los desgraciados animalitos hasta que llega el momento en que cree que ha de matarlos. El ojeador advierte a su amo acerca del momento y el lugar en que el animal hará su aparición, entonces el amo, cómodamente instalado detrás del anteojo espía a su víctima para asesinarla. Después, el glorioso cazador, vuelve a casa llevando la presa.

Pero nuestras nuevas leyes sobre la caza prohiben la matanza sin discriminación -discutió Goering (Goering, pese a ser un gran aficionado a la caza era, por ejemplo, enemigo de la vivisección que combatió con éxito en Alemania.) Además, el verdadero cazador encuentra mayor placer en atacar a los animales salvajes.
- Y bien -contestó Hitler entonces, ¿por qué no siguen el ejemplo del duque de Windsor? Le he preguntado si le gustaba la caza. Le gusta, en efecto... pero no con una escopeta: no lleva más armas que su cámara fotográfica.

“AGöring le quedaban todavía otros argumentos. ¿No tenía, acaso, la caza una importancia política? Los diplomáticos extranjeros se mostraban siempre encantados de aceptar una invitación para una cacería y los problemas parecían menos arduos cuando eran discutidos en un coto de caza que cuando lo eran alrededor de una mesa de conferencias.

"Hitler admitió que tal vez existiera una especie de francmasonería del bosque.
- No sé nada de la caza -repitió- Ahora bien, si la muerte de los animales puede contribuir a mejorar las relaciones políticas, pondré con mucho gusto mis cotos a la disposición de nuestros huéspedes extranjeros.

"Hitler había pronunciado tales palabras en un tono sarcástico lleno de desprecio.
- Además, aplaudo al cazador furtivo. Sabe mucho más acerca de la naturaleza que todos vuestros cazadores domingueros. Es audaz y valiente, con dinero seguiría cazando por su propia satisfacción.

- ¡Usted bromea, mi Führer!

- ¡Al diablo las bromas! Si usted se llama cazador, ¿por qué no combate con un animal salvaje con armas iguales ¡Sí señor Montero! Si yo le viera a usted matando un jabalí con una lanza, no dejaría de felicitarle. Y si ese viejo editor, el gordo Müller, atrapara con sus manos y a la carrera una liebre, le felicitaría por sus aficiones deportivas. Siento el mayor respeto por el hombre que hace frente a un tigre en la selva, pero ninguno hacia los Nemrod que se aprovechan de la época de celo para sentarse junto a un árbol y abatir un animal confiado que hace el amor a su hembra
"Estaba fuera de sí.

A partir de hoy -gritó-, prohibo a todo miembro del Partido, si estas actividades no forman parte de su profesión, que acepte o haga una invitación para ir de caza.

Encargaré al Ministro de Justicia que disminuya las multas por caza furtiva y ordenaré a Himmler que ponga en libertad a todos los cazadores furtivos que están detenidos, y que forme con ellos un cuerpo escogido de guardas de caza que proteja a los animales salvajes" (16).

Diversas medidas contra la caza tuvieron a Hitler por gran impulsor. El jefe, de Prensa del Reich. Otto Dietrich, nos dice en la obra ya mencionada: "Durante los últimos años de la guerra prohibió, de pronto, toda clase de artículos en la prensa que hicieran referencia a la caza".

Por último, y a fin de no repetirnos sobre el tema, citaremos unas palabras de Albert Speer, otro de los miembros del círculo íntimo de Hitler: "La pasión que Goering sentía por la caza era uno de sus temas preferidos:

- ¿Cómo podrá una persona entusiasmarse por una cosa así? Matar animales cuando hay que hacerlo es cometido del matarife. Pero gastar encima montones de dinero... Comprendo perfectamente que tiene que haber cazadores profesionales para rematar a los animales enfermos ¡Si al menos el ejercicio de esta actividad encontrase algún peligro, como en las épocas en que se cazaban animales salvajes empleando lanzas... ¡Pero hoy, cuando todos, aunque tengan una buena barriga, pueden derribar con toda seguridad a un animal desde lejos... La caza y las carreras de caballos son los últimos restos de un mundo feudal ya extinguido" (17).

Si tenemos en cuenta que tanto Hoffmann, como Dietrich o como Speer y en general todos los del círculo íntimo de Hitler, preceden a las palabras de Hitler sobre la caza las de que era uno de sus temas preferidos, podremos ser conscientes de la importancia que Hitler concedía a la lucha contra ese bárbaro y cruel deporte.
El que fue amigo de juventud de Hitler -ya mencionado - August Kubicek nos explica en su libro su sorpresa por la importancia que Hitler concedía a los más pequeños detalles: Entre otros, nos cita el caso, para él insólito, que se produjo con motivo del 80 aniversario de la madre de Kubicek. Hitler la conocía pero, al igual que a su amigo, no la había visto desde los años juveniles en Viena, cuando Hitler tenía 17 años. Sin embargo Hitler tenía la costumbre, en aquella época, de terminar sus cartas con saludos para la madre de Kubicek.

En 1933, Kubicek escribió a Hitler, cuando éste fue nombrado Canciller. Se vieron en un par o tres de ocasiones, especialmente en los Festivales wagnerianos de Bayreuth a los cuales invitó Hitler a su amigo de juventud. La guerra impidió una mayor relación entre ambos; sin embargo, nos cuenta Kubicek la sorpresa que tuvo su madre cuando, en 1944, recibió de Hitler un paquete conteniendo alimentos -tan necesarios en aquella época- el día de su 80 cumpleaños.

El que el hombre más poderoso de la tierra, entonces con todos sus ejércitos en retirada y con miles de problemas, tuviese tiempo para acordarse de la madre de Kubieck y de tantos otros pequeños detalles, sin perder por ello el control de la situación militar, es una prueba de la capacidad de ese hombre genial, que sabía que, pese a la difícil situación por la que atravesaba su país, no podía olvidarse el alma por el hecho de que tuviese que defenderse el cuerpo. Hitler quiso que los conciertos siguiesen su habitual periodicidad, pues aunque él mismo, gran aficionado a la música en general, se autoprohibió la asistencia a los mismos para compartir en la medida de lo posible las penalidades de sus soldados, quiso que ese necesario alimento espiritual estuviese al alcance de todos.

Esta faceta de la personalidad de Hitler es la que nos hace comprender que en plena guerra prohibiese los artículos sobre caza en la Prensa, o que hasta el último momento mantuviese unas cartillas de racionamiento para perros. Hitler sabía que aquellas personas que poseían animales domésticos no los iban a matar simplemente porque estaban en guerra. Comprendiendo su situación, quiso evitar que los poseedores de animales domésticos tuviesen que renunciar a una parte de su propio sustento para alimentar a sus animales y para no añadir una penalidad más a la guerra en sí, instituyó las cartillas de racionamiento para perros, caso insólito y que fue criticado por algunos sectores.

Nos dice Otto Dietrich: "Muchas veces, en tiempos de paz. habló apasionadamente en favor de la protección de los animales. Sentía compasión por los animales a los que atribuía una cierta capacidad de pensar... una compasión que jamás sintió por los seres humanos. Le llenaban de ira los malos tratos a los animales", estas palabras, que, como se desprende de su contenido, son propias de un enemigo de Hitler, nos muestran sin temor a equívocos que el amor por los animales que sentía Hitler era auténtico, reconocido por sus enemigos, que procuraban desfigurarlo demagógicamente. Se elaboró en el III Reich una legislación de protección a los animales inspirada por Hitler, persona que, ya desde pequeño, sentía veneración y respeto por ellos. Nos explica Kubicek que ya a sus 16 y 17 años Hitler sentía un amor ilimitado hacia la naturaleza en medio de la cual se hallaba como en su propio ambiente, por otra parte nos explica asimismo Kubicek que ya en aquellos tiempos hablaba de la deficiente actuación de las sociedades protectoras de animales que -lo que indignaba mucho a Hitler- permitían que los perros San Bernardo fuesen utilizados para tirar de los carros de la leche, lo cual era agotador e indignaba al futuro Führer de Alemania.

A lo largo de su vida, Hitler poseyó una gran cantidad de animales, casi en su totalidad perros, aunque, según su secretaria, tuvo también un gato llamado "Peter" que ésta le regaló y por el que Hitler sintió pronto cariño aunque habitualmente no le gustasen los gatos por su afición a cazar pájaros. Pese a ello decía: "Decimos que los gatos son juguetones. Quizá piensen ellos lo mismo de nosotros. Nos aguantan todo lo que pueden y cuando están hartos de nuestras niñerías, nos largan un zarpazo" (18).

Otto Dietrich en 1937 nos dice: “Frente a la casa, ahora como antes, se oyen los murmullos de la vieja fuente que baja de los prados empinados del monte y a los tres mastines, Muck, Wolf y Blondi, como buenos amigos del Führer, le dan guardia segura” ( 19).-

Además de éstos, sabemos que tuvo un scotch Terrier llamado “Burly”, “Foxy” un perro que poseyó durante la primera guerra mundial y "Wolfi" el último de sus fieles amigos.

En "Conversaciones sobre la guerra y la paz”, se halla explicada por Hitler la historia de su perro ”Foxi”: "¡Cuántas veces en Fromelles. durante la guerra mundial, pasé el tiempo observando a mi perro “Foxi”. Cuando volvía de paseo con una perra enorme que le hacía compañía, le encontrabamos cosido a mordiscos. Apenas le habíamos vendado y por poco que nos distrajéramos, se sacudía aquel fardo inoportuno.
"Una mosca se pone a zumbar. Foxi está tendido cerca de mí con el hocico entre las patas. La mosca se acerca. Él se estremece y la mira como hipnotizado. Su hocico se
arruga, toma una expresión de viejo. De repente, ladra y se observaba en él, como si se tratara de un hombre, la progresión de la cólera que le invadía. Era un buen animal.

"Cuando comía estaba sentado cerca de mí y seguía con los ojos mis movimientos. Si al quinto o sexto bocado no le había dado nada, se incorporaba y me miraba como diciendo: ”Y yo, ¿no estoy aquí?” Es enorme lo que he querido a aquel bicho. Nadie podía tocarme sin que Foxi se pusiera furioso. No seguía a nadie más que a mí.

Cuando llegó la guerra de gases, no pude continuar llevándolo a las primeras líneas. Eran mis compañeros los que le daban de comer. Cuando volvía después de dos días de ausencia, ya no quería separarse de mí. En la trinchera todo el mundo le quería. Durante las marchas corría alrededor de nosotros, observándolo todo: no se le escapaba nada. Lo compartía todo con él. Por la noche se acostaba a mi lado.

“¡Y pensar que me lo robaron! Hice el proyecto, si salía vivo de la guerra, de proporcionarle una compañera. No habría podido. separarme de él. Nunca en mi vida he podido vender un perro. Foxi era un verdadero perro de circo. Conocía todos los trucos.

"Me acuerdo: fue antes de llegar a Colmar. -El ferroviario que quería conseguir a Foxi pasó dos veces por el vagón y me ofreció doscientos marcos. "Aunque me diera cien mil no lo tendría Vd." Al bajar en Harpsheim me apercibo súbitamente de que el perro ha desaparecido. La columna se pone en marcha ¡Me era imposible quedarme detrás! Estaba desesperado. El sinvergüenza que me robó mi perro no sabe lo que le hizo.

“Fue en enero de 1915 cuando le puse la mano encima a Foxi. Estaba persiguiendo una rata que había saltado a nuestra trinchera. Se defendió tratando de morderme pero no le solté. Le llevé conmigo a la retaguardia. Constantemente trataba de escaparse. Con una paciencia ejemplar (no comprendía una palabra de alemán) le acostumbré poco a poco. Al principio no le daba más que bizcochos y chocolate (estaba acostumbrado a los ingleses que tenían mejor alimentación que nosotros). Después me puse a educarle. Estaba siempre pegado a mí En aquel momento mis compañeros no querían oír hablar de él. Yo no solo tenía simpatía por ese animal, sino que me interesaba estudiar sus reacciones. Terminé por enseñarle de todo: saltar obstáculos. subir por una escalera de mano, bajar de ella. Lo esencial es que un perro duerma siempre al lado de su amo. Cuando debía marchar a las primeras líneas y el combate era fuerte, le ataba en la trinchera. Mis compañeros me decían que no se interesaba por nadie durante mi ausencia. Hasta de lejos me reconocía. ¡Qué entusiasmo desplegaba en mi honor! Su alegría más grande era cazar ratas. Hizo toda la batalla del Somme y la de Arras. No era nada impresionable. Cuando estuve herido fue Karl Lanzhammer quien le cuidó. A mi vuelta se me echó encima con frenesí “Cuando un perro dirige su mirada hacia adelante de un modo vago y con ojos lánguidos se sabe que las imágenes del pasado desfilan por su memoria ( 20).
El afecto que sentía Hitler por los perros era evidente para todos los que le conocían. El mismo Goebbels, que le visitaba raramente, dice en una ocasión: "... un perrito que le fue regado recientemente jugueteaba por la habitación. El Führer adora a este perro. El can puede hacer lo que se le antoje en el refugio. Por el momento es el ser que está más cerca del corazón del Führer- (21) y la costumbre de que el perro duerma con su amo la conservó Hitler hasta el final de su vida, pues aunque habitualmente sus perros disponían de un lugar amplio para ellos, hacia el final de la guerra en una ocasión que estuvo enfermo, tuvo a su perro predilecto Blondi junto a él, siendo el animal el que le despertaba.

Casi siempre tuvo Hitler perros pastores pero nos cuenta su secretaria la historia de "Burly": dice: "Antes de la toma del poder le regalaron un scotch terrier, al cual se había aficionado mucho. La perrita era tan zalamera y cariñosa que se divertía visiblemente con ella. "Burly" que tal era su nombre, tenía todos los derechos y todo le estaba permitido: se revolcaba en los sillones y mordisqueaba los expedientes más secretos. Hitler jugaba con ella como un niño, pero hacía lo posible para entregarse a esta distracción cuando estaba lejos de toda mirada extraña”. (22)
La historia de su otro perro Muck la encontramos también explicada por el propio Hitler “Soy un amigo de los animales y me gustan especialmente los perros. Pero no tengo ninguna afinidad con los boxer, por ejemplo. Si tomase de nuevo un perro, sólo podría ser un perro de pastor, y preferentemente una perra. Me parecería una traición encariñarme con un perro de otra raza. ¡Qué extraordinarios. vivos, fieles, audaces, valientes y bellos son estos animales!

“El perro de ciego es una de las cosas más emocionantes. Está más unido a su amo que a cualquier otro perro. Si se deja distraer un momento por una perra, es por un tiempo breve y en seguida le pesa la conciencia. Las perras ya es más difícil. En la época de celo no se puede con ellas “Durante el invierno 1921-1922 me regalaron un perro pastor. Estaba tan triste con el recuerdo de su antiguo amo que no podía acostumbrarse a mí. Decidí separarme de él. Su nuevo dueño se había alejado unos pasos solamente cuando le abandonó y vino a refugiarse a mi lado, poniéndome las patas sobre los hombros Entonces me quedé con él.

“Cuando Graf me regaló a Muck se acostumbró más deprisa. Subía la escalera con reticencia. Cuando vio a Blondi se precipitó hacia ella palpitante. Al día siguiente fue indescriptible. Un perro se acostumbra más fácilmente a un nuevo amo cuando hay ya un perro en la casa. Basta que conozca por el olfato que su amo ha tenido recientemente un perro para que sienta confianza" (23).

Hacia el final de su vida, Hitler tuvo a su último perro, Wolfi sin que dejara por ello de poseer los anteriores. A Wolfi quiso criarlo totalmente él. Su secretaria nos explica que después del desayuno el Führer se trasladaba arrastrando los pies (era hacia el final de la guerra) al box de Blondi para prodigar al animal infinitas caricias. En marzo había tenido pequeños y Hitler había elegirlo uno de los cachorrillos para criarlo él mismo, sin ayuda de nadie. Se ponía al perrito sobre las rodillas y lo acariciaba. llamándolo por el nombre "Wolfi" con voz infinitamente dulce(24). En los últimos años de la guerra Hitler encontraba cada vez más en sus perros el único consuelo. Nos explica Albert Speer que al contrario de lo que era habitual antes, empezó Hitler a tornar la costumbre de comer únicamente en compañía de su perro. Nos dice Speer: "Probablemente el perro pastor desempeñara el más importante papel en la vida privada de Hitler; este perro tenía para él más importancia que el más íntimo de sus colaboradores” (15) y en otro pasaje de la misma obra nos cuenta que Hitler le dijo en algunas ocasiones: “Speer, llegará un día en que no tenga más que dos amigos: la señorita Braun y mi perro". (26)
En 1945, cuando el III Reich se derrumbaba con estrepitoso estruendo las palabras de Hitler se confirmaron en parte. La señorita Braun, con la que contrajo matrimonio el día antes de su muerte, se había desplazado especialmente a Berlín para morir con él, ambos se suicidaron cuando la ciudad estaba a punto de caer en manos de las fuerzas soviéticas. Hitler escribió en su testamento refiriéndose a su matrimonio: "Esto nos compensará a arribos de los años que he perdido en el tiempo de mí trabajo al servicio de mi pueblo”. Sin embargo antes de morir pensó también en sus fieles amigos. Pese al gigantesco e intenso drama que se vivía en aquél momento Hitler no se olvidó de sus amigos, no permitió que fuesen abandonados a su suerte y antes de quitarse su propia vida, para no caer en manos de los soviéticos y evitar así el bochornoso espectáculo de Mussolini expuesto colgado por los pies en una plaza pública, mandó que diesen muerte a sus fieles compañeros, los cuales le acompañarían en este su último viaje. Hitler acertó en parte, pues la mayoría de los miembros del círculo íntimo que rodeaba a Hitler le fueron traicionando, explicando mentiras y desfigurando la personalidad del que fue uno de los más poderosos hombres de la historia. Pero en cambio tuvo la satisfacción de saber que miles personas a las que él no llegó a conocer nunca, dieron sus vidas por defender la idea por la que había luchado y que especialmente los jóvenes y también los niños. Fueron ejemplo en la lucha por Berlín.




CONCLUSION

Son muchas -y por suerte cada vez más - aquellas personas que poseen animales domésticos y que los quieren como a sus propios hijos. Esto es sin duda un signo positivo de nuestra sociedad, quizás el único, que nos sostiene a hacer concebir esperanzas para el futuro.

Sin embargo, muchas de esas personas al tiempo que prodigan a sus animales domésticos un cariño profundo y sincero, no se preocupan por la caza o incluso la practican siendo sus propios y amados perros los que les ayudan en su afición. Otros, sin defender ni atacar la caza, contemplan impasibles el bochornoso espectáculo de crueldad inaudita de una corrida de toros. No se conocen las opiniones de Hitler respecto a este bárbaro espectáculo. Sin embargo Alfred Rosenberg arremete contra ellas - así como contra las peleas de gallos - en su principal obra "El Mito del Siglo XX” (pág. 66). Sin duda alguna la totalidad, o casi totalidad, de poseedores de animales domésticos degluten con satisfacción un plato de carne de animales que, como el cordero, son la pura imagen de la inocencia.
Amar a los animales es un síntoma de bondad y de grandeza, de sensibilidad y de elevación de espíritu. Si Schopenhauer dice que aquellos que no aman a los animales no pueden ser buenos hombres aquí podemos ahora decir lo mismo en sentido inverso, es decir, que aquellos que aman a los animales no pueden ser malos hombres y ello tanto más en aquellos que, como Hitler y debido a estos principios, son vegetarianos.
Hitler se nos presenta a través de todas las opiniones que se han ido ofreciendo, según los comentarios de todos los que le rodearon, como el hombre perfecto en lo que a esta cuestión atañe. No hay duda de que inmediatamente se alzarán las voces de aquéllos que querrán hacernos creer -como la mencionada frase de Otto Dietrich - que mejor hubiese sido que se ocupara de las personas en lugar de asesinarlas. Los que tal digan serán sin duda personas que nada sienten por los animales, serán - una vez más recordando al genial Schopenhauer - malas personas. Aquéllos que saben lo que representa este sentimiento de amor a los animales, mostrado a través de las páginas que anteceden, desecharán por completo siquiera la remota posibilidad de que Hitler fuera un asesino.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda de los grupos nacionalsocialistas aparecidos en todo el mundo se ha ocupado en demostrar por medio de estadísticas, cifras, declaraciones y todo tipo de pruebas, que Hitler no era un
asesino, que no había mandado jamás asesinar a los judíos y que no había deseado la última guerra, tan trágica para Europa. Todos los datos, cifras y documentos aportados, apenas han servido para convencer a unos cuantos: sin embargo, creo que todos aquéllos que sientan en sí mismos las ideas expuestas por Hitler en los diversos comentarios de este libro, empezarán a tener una duda razonable y profunda que les llevará, tarde o temprano a la conclusión de que Hitler no era un asesino, de que Hitler no podía ser un asesino.

Este libro está dedicado y dirigido a aquellas personas con un alma sensible como la de Hitler, para demostrarles la grandeza espiritual de ese hombre ejemplar. Nada o poco importa que los lectores de esta obra sean partidarios de un determinado sistema político: hay sobre todos los programas e ideologías algo superior y ese algo es el hombre que les da razón de ser. A aquéllos que a través de estas páginas y adelantándose a la historia, empiecen a comprender la gigantesca personalidad de Adolf Hitler del denigrado Adolf Hitler, tan denigrado como Napoleón en su tiempo y al que hoy se empieza a comprender pese a no poseer la grandeza espiritual de Hitler, llay que decirles que no se preocupen en absoluto de la historia que rodeó y acompañó a este hombre que tengan seguridad de que, al igual que algunos libros como los de Hoffman, Kubicek o el de Salvador Borrego "Derrota Mundial" empiezan a ofrecernos una historia auténtica; en el futuro serán muchos más los libros en este sentido. De lo que hay que tener absoluta seguridad es de que Europa hubiese salido ganando con el triunfo de Hitler.

Para los que aman a los animales las ideas y el comportamiento de Hitler sobre este problema son prueba de su grandeza, una prueba mucho más convincente que mil falsificados documentos de cuantas cosas se quiera.

¿Qué conoce Vd. verdaderamente de la personalidad de Adolf Hitler?

¿No ha pensado nunca en que toda la historia que sobre él ha leído en realidad ha sido escrita, única y exclusivamente, por los vencedores, es decir, por sus propios enemigos?

¿Ha tenido oportunidad de estudiar ediciones objetivas? ¿Conoce la otra cara de la historia?

¿Conoce de verdad al “otro” Hitler?